No se pueden negar los avances en la tecnología de grabación de los últimos 50 años. Lo que tenemos para trabajar ahora es generalmente mejor y más barato. Quienes escuchan temas de los años 70 y 80 empiezan a lamentar que no existiera un equipo tan avanzado como el actual. Pero puedes notar que la calidad del tiempo muchas veces excede las limitaciones del equipo, y te hace preguntarte si la calidad de grabación realmente ha mejorado en 50 años.
A finales del siglo XX se produjo el apogeo de la tecnología analógica, con estudios de grabación que contaban con enormes consolas de mezclas y grabadoras que eran tan temperamentales como amadas. Eran instrumentos que capturaban los sonidos de una generación, codificándolos en un medio físico que envejecía y se degradaba con el tiempo e imbuía a la música de cierta calidez.
La revolución digital, iniciada con la introducción del disco compacto a principios de los años 1980, prometía claridad, coherencia y comodidad. A medida que los DAW se convirtieron en la norma a finales de los 90 y principios de los 2000, el proceso de grabación, edición y mezcla experimentó cambios sísmicos. De repente, los ingenieros pudieron manipular el audio con una precisión antes inimaginable, desde ajustar automáticamente las imperfecciones del tono hasta superponer cientos de pistas sin pérdida de calidad.
Sin embargo, el objetivo de este artículo no es repetir el debate entre lo analógico y lo digital. Veamos los avances que han mejorado de manera única el proceso de grabación, teniendo en cuenta los matices que definen lo que consideramos «alta calidad» en el contexto del audio grabado.
Los niveles de ruido, el rango dinámico y la respuesta en frecuencia son los tres pilares en los que suele basarse la calidad técnica de una grabación. Los equipos modernos con bajos niveles de ruido y un enorme espacio libre le permiten grabar desde el más leve susurro hasta la explosión más fuerte, todo dentro de una sola pista. La respuesta de frecuencia también se beneficia de la precisión digital, ofreciendo una gama más amplia de sonido que se puede capturar y reproducir.
Sin embargo, estas capacidades técnicas plantean una pregunta pertinente: ¿la capacidad de grabar con tal claridad y alcance conduce automáticamente a una mejor experiencia auditiva? Éste es el quid de la cuestión. La calidad de una grabación está determinada no sólo por sus características técnicas, sino también por la intención y habilidad de su creación.
El paso a lo digital ha democratizado la producción musical y, en teoría, permite que cualquiera pueda crear grabaciones de alta calidad en estudios domésticos. Este cambio ha llevado a una explosión de creatividad y diversidad en la industria musical, introduciendo géneros y artistas que podrían haber permanecido desconocidos en la era de los grandes estudios y los grandes presupuestos. Sin embargo, esta accesibilidad también ha llevado a una saturación del mercado con grabaciones que, en algunos casos, no son mejores, o incluso peores, en calidad que las grabaciones realizadas hace 50 años.
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Y aquí viene el problema. Independientemente de que hayamos pasado de un automóvil a un cohete, en sentido figurado, con el equipo que tenemos ahora, con el arte de grabar, la comprensión de cómo transmitir la esencia de una actuación, la atmósfera de un espacio. o la emoción detrás de una nota, es inherente no al uso del equipo, sino a la persona que lo usa. En manos de un ingeniero experimentado, incluso la configuración más sencilla puede producir grabaciones de extraordinaria calidad. Por el contrario, las tecnologías más avanzadas pueden fallar si se utilizan sin intención ni comprensión. Es el enfoque humano, las decisiones tomadas en el momento y la comprensión de cómo lograr los mejores resultados en la interpretación lo que realmente determina la calidad de la grabación.
Sí, es una verdad bien conocida, aunque sea un tópico: está en los oídos, no en el mecanismo. Y comparar los registros realizados ahora con los registros realizados hace muchos años muestra que esto es cierto.
El papel de los ingenieros y productores
Los héroes anónimos en la búsqueda de la calidad de grabación son, sin duda, los ingenieros y productores. Estos maestros cerraron la brecha entre lo técnico y lo artístico, utilizando sus instrumentos para crear paisajes sonoros que dieron vida a la visión del artista.
A medida que avanza la tecnología, también lo hacen las habilidades necesarias para tener éxito en el campo. Los productores de hoy deben sentirse tan cómodos con el software como lo estaban sus predecesores con el hardware, combinando los principios tradicionales de ingeniería de audio con las posibilidades ilimitadas que ofrecen las herramientas digitales. Sin embargo, independientemente de la época, la esencia de su papel sigue siendo la misma: servir a la música y hacer realidad la visión del artista.
Sin duda, la evolución de la tecnología de grabación durante las últimas cinco décadas ha ampliado los horizontes de lo que es posible en la producción musical. Desde la calidez palpable del audio analógico hasta la nítida precisión del audio digital, complementos o un número ilimitado de pistas, cada avance ofrecía nuevas herramientas para capturar la esencia del sonido. Sin embargo, la lección perdurable de este viaje concierne no sólo al equipo o la tecnología en sí, sino también a las personas que manejan estas herramientas con maestría y visión.
El hecho de que algunas de las grabaciones más veneradas de la historia se hayan realizado hace más de medio siglo utilizando lo que hoy se consideraría equipo primitivo es testimonio del papel fundamental del ingeniero y productor. Tómese un momento para escuchar «In the Wee Small Hours of the Morning» (1965) de Sinatra, grabada antes de que la mayoría de nosotros naciéramos; podría haber sido grabada ayer. Estas personas no sólo operaban el equipo; crearon sonido, trabajando dentro de las limitaciones de su época para crear experiencias sonoras que continúan resonando entre los oyentes de hoy; en resumen, hicieron maravillas.
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Sabemos que hay mucho debate sobre el futuro de nuestra industria con la llegada de la IA. Este no es un debate nuevo; ha estado sucediendo durante cientos de años a medida que las nuevas tecnologías amenazan con reemplazar a los agricultores, los trabajadores de las fábricas y ahora a los ingenieros de audio. Cuando escuchamos grabaciones realizadas hace más de 50 años, nos da confianza. No importa qué tan buena sea la tecnología ni qué promesas haga, el componente más importante en la creación de música duradera e impactante es y siempre será la gente que lidera el proceso. Su habilidad, perspicacia y creatividad son factores indispensables que transforman una pieza musical de simplemente escucharse a sentirse verdaderamente, recordándonos que en el corazón de toda gran grabación está el toque humano.